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Autor:Tony Kenrick (1935-)
Título original:The night-time guy (1979)
Traducción: Mercedes Ezpeleta
Cubierta: Departamento de Arte de Editorial Crea
Fotografía de cubierta: Isidoro Rubini
Editor: Editorial Crea (Buenos Aires)
Fecha de edición: 1980-01
Serie: Colección Novelas
Información sobre impresión:
Este libro se terminó de imprimir en
TALLERES GRÁFICOS INFUGRAF
Mendoza 1523, Lanús Oeste (Prov. de Bs. As.)
República Argentina
Tirada: 7.000 ejemplares; enero de 1981
Información de cubierta:
Unos querían sus ojos, otros querían su vida...
Información de cubierta:
Unos querían sus ojos, otros querían su vida...
Información de contracubierta:
Max Ellis es un hombre normal, sin muchos problemas, hasta que la CIA —a la que “debe un favor”— decide experimentar con él. Instilan en sus ojos unas gotas de una sustancia secreta cuya virtud le permite ver en la oscuridad mejor que los gatos. La sustancia podrá ser utilizada con fines militares, a pesar de un efecto colateral sumamente inconveniente, que hace de Max un ciego inerme cuando hay luz, con sus ojos deslumbrados por una blancura absoluta que le impide distinguir colores, figuras y contornos.
Su indefensión es particularmente grave porque agentes enemigos buscan empeñosamente sus ojos para conseguir a cualquier precio el secreto de la visión nocturna, extirpándoselos quirúrgicamente si es preciso. Durante el día, cada vez que abre la puerta de su departamento a algún visitante, o que alguien lo aborda en la calle, Max escucha, temeroso, las modulaciones de la voz que le habla, e imagina sus facciones desconocidas, tratando de adivinar si es un amigo o un enemigo. El peligro se esconde también bajo la apariencia seductora de bellas mujeres o vecinas serviciales. Una velada placentera, un cuerpo voluptuoso, pueden transformarse para él en trampa mortal.
Aunque se sabe custodiado por agentes de la CIA, Max pronto descubre con horror que la propia organización ha sido infiltrada por el enemigo. Ya no puede confiar ni en sus custodios y tiene que afrontar, solo, una espera angustiosa, tratando de sobrevivir hasta la caída del sol. La llegada de la oscuridad, en cuyas tinieblas se encuentra a gusto, habrá de salvarlo, pues se ha convertido en EL HOMBRE DE LA NOCHE...
MI COMENTARIO:
Max Ellis, programador de computadoras de Nueva York, es convocado por la Superintendencia de Contribuciones para arreglar supuestas deudas. Quien lo convoca en realidad es Gallo, agente del Departamento de Defensa, cuyo propósito es ofrecerle trabajar en un programa ultrasecreto del gobierno como cobayo. Su tarea: probar unas gotas experimentales para los ojos que permiten ver en la oscuridad. Si tiene éxito, Estados Unidos estará en condiciones de contar con soldados que puedan pelear las 24 horas. Gallo le promete a Ellis que podrá recuperar su vista a partir de un antídoto, también experimental.
Mientras tanto, Plesek, un funcionario de la embajada en Ottawa de una potencia extranjera no identificada, viaja a Nueva York y contrata a oscuros personajes para que encuentren las gotas y su poseedor.
Ellis pasa a la clandestinidad y se va a vivir a un hotel barato. Comienza a concurrir a un centro de ciegos para practicar cómo se conduce un no vidente, ya que durante el día permanece sin poder ver. En esta nueva vida se va rodeando de distintas personas, que en realidad no son lo que parecen... Las gotas comienzan a funcionar: a la noche su visión cobra toda su capacidad. Sin embargo, termina engañado, secuestrado y debe soportar torturas extremas por parte de extraños que quieren que revele la finalidad de las gotas.
La novela tiene un muy buen ritmo narrativo, con muchas muestras de humor por parte de Ellis, un tipo bastante bueno en lo sexual... El final es algo abrupto, muy cinematográfico, con el protagonista saliéndose con las suyas. Sin embargo, la escena que se roba la atención de la novela es la extracción criminal que se hacen de los ojos de una persona ciega que es confundida con Ellis en la noche. Kenrick relata esta operación con lujo de detalles. Es una narración terrible, que muestra la malevolencia que pueden tener profesionales aparentemente normales. Confieso que me salteé algunas líneas: lo gore no es lo mío.